Luis
Blanco 05/05/2013
No causa sorpresa la actitud hostil,
descarada, vil y guerrerista que ha mostrado los Estados Unidos en el presente siglo
XXI. Es conocido que a la fase superior del capitalismo, es decir el
imperialismo, le es inherente el expansionismo, la invasión y saqueo de los
pueblos que poseen grandes reservas de recursos naturales o que se encuentran
en alguna zona geográfica importante.
Las acciones bélicas iniciadas por el
imperialismo tras los ataques de las Torres Gemelas tienen como objetivo
fundamental: apoderarse del petróleo que se encuentra en el subsuelo del Medio Oriente.
Primero fue Afganistán acusado de albergar a los terroristas que causaron los
lamentables hechos de septiembre de 2001. Claro, la presencia norteamericana en
este país le abriría un abanico de posibilidades para ejercer actividades de
desestabilización en los países de la región.
La Invasión yanqui a Iraq so pretexto de que
este país poseía armas químicas y biológicas terminó de develar las verdaderas
intenciones de los norteamericanos: derrocar a Saddam Hussein y apoderarse de
las importantes reservas de recursos naturales fósiles de ese hermano pueblo
árabe. Vale la pena recordar que Hussein fue apoyado irrestrictamente por los
propios Estados Unidos y Europa para frenar la Revolución Islámica Iraní. Por
supuesto, veinte años después la figura de Saddam no calificaba dentro de la
nueva geopolítica imperial y fue derribado por sus propios creadores como un peón
en un tablero de ajedrez.
A finales de la década pasada el poder de
dominación de los Estados Unidos disminuyó significativamente en la región,
muestra de ello fue el movimiento revolucionario que en Egipto depuso al lacayo
Hosni Mubarak y también tuvieron gran importancia las revueltas populares ocurridas
en Bahréin, Túnez y Yemen. El plan yanqui era extender la llamada “primavera árabe”
y para ello, iniciarían su táctica en la frontera oeste del país de los
faraones: Libia. Debido a esto la hermana república musulmana y socialista fue
sumida en una guerra civil producto del financiamiento de grupos mercenarios
por parte de los Estados Unidos –el llamado “Consejo Nacional de Transición”-
con la intención de crear el escenario idóneo para los yanquis y sus lacayos de
la OTAN de iniciar la ofensiva militar y la intervención armada por parte de la
coalición imperial y así destruir la Revolución Libia, dividir el territorio y
repartirse las riquezas de ese hermano país.
Los logros de la
Revolución Libia encabezada por Muamar Al-Gadafi y que en 1969 derrocó al Rey
Idris eran innegables: Libia poseía el mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH)
de África, era una de las principales economías africanas con el PIB más alto y
la mayor esperanza de vida del continente. Por supuesto, el único “error” –según
el imperio- fue el no haberse doblegado a los designios de las potencias hegemónicas.
El Líder de la Revolución declaró su fiel intención de defender la Revolución
hasta el final y así fue. Hoy Muamar Al-Gadafi es mártir de los procesos de
liberación nacional de los pueblos musulmanes.
La administración Obama no se diferencia en
nada a la de su antecesor Bush (la única divergencia es el “partido político
gobernante”, aunque quien manda realmente son las grandes corporaciones
norteamericanas). George Bush años atrás había incluido a Siria en su llamado
“eje del mal” y en la actualidad, el presidente norteamericano “Premio Nobel de
la Guerra” aplica en Siria el mismo guion
utilizado en Libia: un grupo de mercenarios financiados y armados por EUA,
Francia e Israel desarrollan una guerra intestina para derrocar a Bashar
Al-Assad. Siria posee dos características importantes: la primera es que tiene importantes
reservas de petróleo, tiene frontera con el mar Mediterráneo y en conjunto con
Iraq representan un puente de comunicación entre el Mediterráneo y el Golfo Pérsico.
En segundo lugar, las agresiones contra este hermano país buscan también aislar
y crear el escenario de una futura intervención en Irán, la gran potencia
persa.
En las últimas
horas hemos visto a través de las noticias un incremento de las agresiones y la
participación directa de Israel en el conflicto. Centenares de bombas, lluvias
de fuego y balas caen sobre las casas de familias sirias, sobre escuelas y
hospitales, asesinando ancianos, mujeres, hombres y niños inocentes. Es indignante
como en países que poseían una gran estabilidad política, y por la ambición de
poder de pequeños grupos apoyados por el neocolonialismo se vean sumidos en
graves guerras civiles. Las bombas del sionismo y los ataques de los drones no
dividen entre partidarios de un régimen u oposición, los únicos y reales
beneficiados de los ataques son Israel y Estados Unidos. ¿Acaso luchan por la
libertad de los pueblos o por sus beneficios propios? ¿Qué son en la actualidad
los países invadidos por los yanquis en Medio Oriente? Realmente que hipocresía
de las grandes potencias así como la complicidad de la ONU y otros organismos
internacionales…
Todas estas
acciones guerreristas no corresponden a hechos aislados sino a un plan bien
elaborado por la CIA y la OTAN. Ante el rechazo mundial por la intervención
directa de las grandes potencias en Afganistán e Iraq, Estados Unidos y sus
lacayos cambiaron de táctica: ahora financian y apoyan a pequeños grupos
mercenarios para derrocar gobiernos populares y progresistas. El capitalismo
mundial se encuentra sumido en una grave crisis económica y por lo tanto las
grandes potencias necesitan suministros permanentes –y a bajo costo- de petróleo
y gas. No es una lucha por la “libertad de los pueblos”, por la “democracia”,
sino para garantizar la propia existencia de la maquinaria productiva y económica
del sistema capitalista.
Nuestro deber como revolucionarios hijos e
hijas de Bolívar y Chávez es hacer un llamado incondicional a la paz, a la
hermandad entre los pueblos. Con el espíritu huracanado del internacionalismo debemos
alzar nuestras voces para que cese inmediatamente toda acción encaminada a
desestabilizar Siria –y cualquier otra nación- ya que los problemas existentes
en ese hermano país es asunto concerniente únicamente a su pueblo y no a
ninguna fuerza política, económica o militar extranjera. De igual modo es de importancia
vital la permanencia en el poder del Partido Árabe Socialista Baaz, ejemplo
para el mundo entero de cómo las ideas islámicas y socialistas pueden converger
en la política y así evitar que el futuro del pueblo sirio sea el mismo que el
libio, el afgano y el iraquí.